
DE AUTOSTOPISTAS A PROFESORES DE INGLÉS ENTRE UNA LLUVIA DE INVITACIONES
Ravansar, Kermanshah, Kurdistán iraní. Son las 12 del mediodía y terminamos de despedirnos de Leilah, nuestra anfitriona en Kermanshah, luego de recorrer las inmensas cuevas de Quri Qaleh. Como siempre en Irán, una persona suele dejarte en manos de la otra sin «abandonarte» a tu suerte en la ruta. Por eso hacemos dedo junto a Leilah y su hermana que se acercan a hablar con la gente cada vez que para algún vehículo.
A los pocos minutos de haber levantado el dedo, para y nos abre la puerta un hombre muy divertido, nos recuerda a «Shrek». Con sus carcajadas, gran bigote y sonrisa de oreja a oreja se decide a llevarnos hasta Paveh. Habiendo depositado nuestras preciadas mochilas en la parte de atras del camión sin saber qué animal o cosa había allí, arrancamos viaje con música kurda al palo y una lluvia torrencial entre paisajes montañosos de película y curvas en acantilados peligrosos.
Enseguida le habla a la mujer para decirle que va a llegar a la casa con dos argentinos para almorzar. Del abundante almuerzo al té, del té a la siesta y de la siesta la invitación a que nos quedemos a pasar la noche. Todo este diálogo sin idioma en común, con mucho lenguaje de señas y un par de palabras en kurdo.



A la tarde aparece Hamid, un vecino que habla inglés y nos invita a dar vueltas por el pueblo en auto. Nos lleva a lo más alto a ver lugares hermosos y tenemos largas charlas sobre sudamerica ya que es un amante de la geografía y conoce muy bien nuestros pagos. Es meteorólogo, trabaja en Teherán, no está casado y vive con sus padres. Dice ser amante de los ambientalistas que por el hilo de la charla entendemos que vienen a ser los indígenas nativos de América. Nos sorprende, al igual que much@s iraníes, el conocimiento y amplio bagaje cultural que posee.
Le pregunto a Hamid porque los carteles de los negocios no están en idioma kurdo si estamos en el kurdistán. «El gobierno no lo permite», se lamenta. Igualmente nos dice que la situación del pueblo kurdo en Irán, a pesar de no tener un territorio autónomo (o un país propio que es lo que quieren) ni derecho a enseñar y aprender kurdo en sus escuelas, ni contar con suficientes representantes en el gobierno, están en paz y no viven la difícil situación bélica y represiva como se vive en las comunidades kurdas de Siria y Turquía.



Hamid nos cuenta que la ropa tradicional kurda es muy cara y que él paga doble porque tiene que vestirse diferente para ir a trabajar a la capital. Nos confiesa que los persas discriminan a los kurd@s. En sus palabras:
«Aquí la mayoría somos musulmanes sunitas y el gobierno es chiíta, por esto el Kurdistán tiene una relación política complicada y es una región relegada por ese poder que no invierte en desarrollar más fábricas e industrias».
Charlamos un rato del tema sacando la conclusión de que así, sin industrias pesadas, no tienen el problema de la contaminación y disponen de mucha tierra fértil para producir alimentos y criar animales por doquier. Esa es una gran riqueza que no tienen en otras regiones de Irán donde impera el desierto y la aridez del suelo. También es un potencial turístico aún virgen y se dice que las reservas de agua mineral de estos valles son capaces de abastecer a toda la población del país. Que rica es el agua kurda!!!
Me quedo pensando en lo que nos dice Hamid: «Lxs persas discriminan a lxs Kurdxs». No creo en las generalizaciones ni creo que todo el mundo discrimine como dice Hamid, pero siempre hay apoyos activos o pasivos por parte de la sociedad para que esto suceda.
Una cultura más grande con más poder y/o población reprime a una más pequeña. Se me vienen a la mente decenas de ejemplos. En la historia de la humanidad, no hay continente que no haya zafado de esta lógica. Ya sea en África, en Europa, en América, en Asia y en Oceanía ha habido grandes imperios (nativos y extranjeros) y civilizaciones que a través de la fuerza, las guerras y el famoso «divide y reinarás» se han impuesto sobre comunidades más pequeñas. La misma lógica de poder que conserva el patriarcado en todos los continentes (salvo pequeñas excepciones en comunidades matriarcales), marcó la histórica desigualdad de las mujeres con respecto a los hombres. ¿Hace cuantos años pasa esto? ¿Miles? ¿Cientos de miles? ¿Desde el inicio mismo de la humanidad? No lo sé. Desde hace mucho tiempo y hasta el día de hoy se suceden imperios de todos los colores que siguen jugando y tirando los dados del poder. En el medio de la partida, la vida de millones de personas. ¿Habrá un futuro diferente alguna vez?

En Paveh caminamos por la calle y nos llueven invitaciones para que nos quedemos en sus casas. Esto pasa aquí y en contados lugares del mundo. No nos dejan un minuto solos. Salimos en busca de una plaza para relajarnos y no hacer sociales por un rato. Solo un rato, es necesario descansar la mente de tantas charlas y de la intensidad emocional de estos intercambios. Nos sentamos en un banco. Somos el centro de miradas de todos los peatones y automovilistas que pasan. A los tres minutos de habernos sentado, para un auto y nos ofrece ir a su casa. Agradecemos coordialmente su invitación pero solo queremos descansar en la plaza. Insiste varias veces pero al ver nuestra firme postura, desiste no sin antes dejarnos su número de teléfono por si cambiamos de opinión. Solo unos minutos más tarde, pasa una adolescente con su madre y sin dudarlo nos invita a dormir a su casa! Increíble pero real, recibir invitaciones para ir a comer y dormir en la casas de la gente, es un hecho cotidiano en el Kurdistán iraní. Para estar verdaderamente solos aunque sea unas horas sin socializar con gente, debemos rechazar esos ofrecimientos.

Sharif, nuestro anfitrión en Paveh, nos invita a acompañarlo a una clase de inglés en el instituto en el que trabaja. La idea es que los estudiantes practiquen el idioma que están aprendiendo charlando con dos extranjeros. Antes de entrar al aula le aclaramos al profesor que somos hispanohablantes y que no manejamos un nivel profesional de inglés. Nos responde diciendo que nuestro nivel de inglés es suficiente para que ellos puedan aprender un poco más. En el aula son todos estudiantes varones adolescentes vestidos con las típicas ropas kurdas, holgadas y anchas, con varias similitudes a las que usan los gauchos en la Argentina. Charlamos de temas variados pese a que constantemente la conversación volvía al repetido eje «fútbol» «ronaldo» y «messi». Para ahondar en otros temas, Agos le pregunta a uno de los estudiantes: ¿Por qué queres aprender inglés? Sin titubear el chico responde: – «Para escapar de Irán». Esta respuesta la escucharíamos varias veces más en nuestro viaje y sería la característica que marca la realidad de muchxs jóvenes iraníes que no imaginan un buen futuro si se quedan en su país. En el caso de este chico, tenía un cinturón negro de Kung-Fu y su sueño era migrar a China para formarse como profesor.

CUANDO LA INSISTENCIA KURDA LE GANA A UN VIAJE A DEDO
Es mediodía en la ciudad de Boukan. Salimos del albergue donde dormimos por una noche, para seguir viajando a dedo hasta Tabriz donde nos espera la familia de Vahid. El pasadizo donde se encuentra el hotel resultó ser una feria a cielo abierto donde todo se vende, se compra, se cose, se suelda, se recicla o emparcha. Las miradas de los puesteros están buscando entender de donde salieron estos dos marcianos, en un lugar para nada turístico. Llegamos a la esquina de una calle principal y en cuestión de segundos nos vemos rodeados por una multitud de gente de todo tipo que quieren ayudar como sea en lo que sea. El verdulero, la abuelita, los estudiantes, la señora que salió de compras, uno que pasaba en bicicleta. Todos paran y preguntan entre ellos. De pronto, como si hubiera salido de abajo de la tierra, se presenta un hombre que no solo habla inglés, además él mismo nos pregunta si viajamos a «hitchiking», es decir, a dedo. Familiarizado con el asunto, una vez despejada la ronda y dadas las miles de gracias a todas/os, el hombre se dispone a conseguirnos un taxi que nos lleve hasta la salida de la ciudad, no sin antes invitarnos a su casa a almorzar. Decidimos seguir viaje porque ya sabemos en qué terminan esas invitaciones: pasar dos o tres noches con la familia, conocer a tod@s los parientes, participar de picnics y excursiones y quedar reventados de comida y chorreando té por todos los orificios. Ya nuestro intestino no lo soportaría…
El taxista balbucea algo de inglés y va sonriente todo el camino, por una confusión idiomática nuestro chofer maneja en reversa 150 mts por la avenida principal y terminamos lidiando con una horda de taxistas empecinados en llevarnos a Tabriz. Insistimos con el objetivo de salir de la ciudad y una vez hechas todas las aclaraciones diplomáticas nuestro chofer entiende cuando le mostramos el mapa. Nos despedimos contentos de haberlo logrado, y bajamos las mochilas frente a un kiosco en la rotonda de salida de Boukan.
Pasan 5 minutos y de pronto tenemos dos asistentes (los intérpretes que trabajan en el kiosco) y se encargan de explicar a cada auto que para, a donde vamos y que estamos viajando a dedo. La curiosidad y ansiedad que genera ver extranjeros no nos permite seguir con el autostop. La gente nos pregunta muchas cosas y nos recomiendan tomar el autobus que pasa en media hora. Insistimos en que queremos seguir intentando con el autostop pero la barrera idiomática y los curiosos que paran a cada minuto complican bastante el objetivo. Uno de los intérpretes nos regala un sanguche de papa y cebolla que guardamos para comer escondidos; ya comenzó el ayuno del Ramadán y no está permitido comer ni beber en público. Sin consultarnos si estábamos de acuerdo, este chico se ofrece a ir a la terminal de buses para avisar que nosotros tomaremos el cole en aquella rotonda. Antes que le alcanzemos a retrucar su idea, ya marchaba a lo lejos, camino a la estación. En cuestión de minutos aparece un colectivo con un hombre colgando medio cuerpo afuera diciendonos que subamos. Todo organizado. Pagamos los dos dólares cada uno que sale el trayecto y nos clavamos el sanguche en los asientos del fondo, tratando de comprender todo lo que sucedió entre el hotel y este sánguche.

Si hay algo que aprendimos de l@s kurd@s, es que son testarud@s y aunque les digas que no, cuando se les mete algo en la cabeza, no hay vuelta atrás. Para ell@s, lo que importa es ayudar al otro, como sea, sin lugar a dudas y con mucha insistencia. Comprendimos que la calle como espacio público, a diferencia de otras partes del mundo donde más bien es un lugar pasajero, de tránsito, aquí y en los países de Asia y Medio Oriente, la calle es un escenario principal donde la vida acontece, donde se producen los encuentros para que todo lo demás suceda.
Si querés saber más sobre nuestro paso por Kurdistán e Irán, te invitamos a leer los APUNTES DESDE EL KURDISTÁN y «40 DÍAS EN IRÁN, UN VIAJE EN OTRO TIEMPO»
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