«PROHIBIDO PROHIBIR»

Por Bruno Bosio

Fotografías: Magalí Moyano

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Salimos de viaje con una idea clara: andar lo más posible con el presupuesto que tenemos. Para lograr el objetivo debíamos ahorrar, administrar bien y superar los dos principales obstáculos económicos de un viaje: transporte y alojamiento.

El tema del transporte solucionado. En tres meses, el 70 por ciento aproximadamente del viaje fue a dedo. ¿Por qué el 70 por ciento y no el 100? Porque a veces hay momentos y situaciones, días, horas, en que el cuerpo no te da más. Porque venís durmiendo poco hace días, caminando largos kms con mucho peso, la ropa quemando de la mugre, el calor del sol ardiendote la piel, y los pies y el cuerpo en general que te pide por favor, un descanso. También hay casos en que esa ruta no es tan amigable como otras, o solo no tuviste suerte, y estuviste horas… y avansaste poco y nada. Siempre ponemos en primer lugar el viaje a dedo, pero si estamos en las situaciones arriba mencionadas y tenemos el dinero para el pasaje en ómnibus…no la kamizaseamos, primero está la salud del cuerpo. El otro 30 por ciento restante fueron óminibus y un avión barato de Porto Alegre a Río.

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¿Y alojamiento? Couchsurfing, hospitalidad local, acampada libre o camping económico como último recurso.

Llegamos a Arraial do Cabo. Hay que conseguir alojamiento.

Opción A: Couchsurfing. Semanas antes, mando solicitudes a los pocos anfitriones disponibles, sin recibir respuesta positiva alguna. Tal vez no tuvimos suerte. Tal vez es Enero y muchos están vacacionando.

Opción B: Hospitalidad local. Este factor ocurre en cualquier momento y situación, no se puede forzar o planificar. Hasta el momento no había aparecido. Tal vez por la fecha, un lugar que espera miles de turistas (de Argentina y de Río de Janeiro principalmente), y por ahí se hace más difícil con tantas muchedumbres conectar con el espíritu local. O tal vez nosotros recien salíamos de Santa Fe, y buscabamos y deseábamos más interiormente, acampar en la naturaleza. Posibles hipótesis.

Opción C: Camping. Imposible. Solo dos campings en toda la región monopolizan los precios a su gusto aprovechando la temporada. Son incompatibles con nuestro viaje.

Opción D: Acampada libre. En este caso, sinónimo de «morro junto a la playa», nuestro favorito en el Brasil costero. Es la opción que nos gusta y que nos queda. Vamos pa’ ahí.

Pero…hay muchas playas. ¿A cuál vamos? ¿En cuál se puede?

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¿En esta hay lugar?

Hicimos una gran tarea de búsqueda. Consulté y pregunté a pescadores, artesanos, malabaristas y gente que vivía por ahí hace mucho. Todxs respondieron negativamente o dudaban de la posibilidad efectiva de la hazaña. Todxs nos decían que estaba prohibido y nos correría la policía.

Nos negábamos a creer. No podía ser que con tanto paraíso desparramado en el territorio, con tantas playas «ocupadas» por el turismo, no hay un solo pedacito de tierra para tres acampantes. Nos negábamos a pagar semejante cuota de camping para estar amontonados unos con otros, peleando por un pedacito de sombra, mientras una parva de autos ocupan el terreno más que las carpas con sus parlantes regetoneros a todo volúmen. Solo necesitabamos un lugarcito al lado del mar, sin lujos ni comodidades (agua, electricidad, baño, «seguridad») sin intenciones de bardear ni romper el equilibrio natural, solo estar, relajar.

Pese a la manada de voces en contra, tomamos decisión. Nos vamos a acampar al morro igual. Si alguien nos dice algo, como dice un amigo, «a veces es mejor pedir disculpas que pedir permiso»

Elegimos la playa más alejada de la ciudad, entre Arraial y Cabo Frío: Praia do Pontal.

Llegamos. Era una playa común pero «ciudada» como reserva natural. No vemos ningún cartel de «prohibido acampar». Sin levantar sospecha, pasamos por delante de los guardaparques, subimos la trilha por el morro y nos ponemos a buscar un lugar.

Medio escondidos entre árboles, pero a la vista de muchos turistas, armamos campamento en lo alto, con una impresionante vista al mar. El lugar era una mugre de botellas y basura por todos lados por lo que hicimos un gran trabajajo de limpieza para poderlo habitar. El lema es: «dejar el lugar mejor de como lo encontramos».

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La playa es alucinante. Aguas celestes – verdaceas con arenas finas y blancas. Por la semana muy tranquila, fines de semana saturada de turismo. Lastima la mugre que arruina el lugar. Mucha gente, tira y ensucia en cualquier lado, y después la marea se lo lleva para el mar. Los guardaparques brillan por su ausencia de limpiar.

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Pasamos la primer noche. Tudu legao. segunda, tercera y cuarta. Tudu tranquilo. Chochos. Lo único negativo el factor climático, levemente extremo, con dos días seguidos de intensa lluvia y viento sin parar. Con los pescadores está todo bien. Ya se acostumbraron a vernos bajar y pedirles agua potable.

Luego de cinco días de acampe, el amigo Javier Juarez se suma al campamento. Hasta el momento habíamos decidido no hacer fuego para no generar «quilombo» y veníamos cocinando con la garrafita a gas butano.

Sábado al mediodía. La playa llena de gente. Javier insiste en unos chorizos a la parrilla y propone hacerlos abajo, en la playa, donde la gente también lleva sus parrillas y hace sus churrascos (asado). Yo propongo hacerlo en el mismo campamento ya que no daba para dejar las carpas solas. Hasta el momento, a una semana de estar ahí, nos turnábamos para bajar a la playa y siempre quedaba alguien cuidando el campamento. Agos y Magui proponen no hacer el fuego. Por algo las mujeres son sabias y casi siempre tienen la posta. Entre una cosa y otra, las ganas de comer se hicieron más fuertes y la parrilla ya se estaba preparando. Cuando estabamos por comer la segunda tanda de choris, se ven venir cuatro guardaparques caminando hacia nosotros. Alarma, se viene algo groso, se viene el desalojo.

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De un lado se viene feo..del otro lado: esta vista

Unos andan con cámaras y nos empiezan a fotografiar. Les preguntamos para qué son las tomas y sin problemas nos dicen que es para mostrarles a sus superiores para que «vean que trabajamos». Claro, trabajan desalojando a unos inofensivos acampantes, pero no cuidando a la naturaleza ni enseñando a los turistas a no contaminarla.

Un moreno gigante con un cuchillo de rambo en sus manos, sin rodeo, nos dice que nos tenemos que ir, que no se puede acampar ni hacer fuego, que la zona «es riesgosa». Claro, abajo si cientos de turistas pueden hacer fuego en cualquier lado para hacer sus churrascos, y además contaminar impunemente. La diferencia es que pagan camping, nosotros no.

Les decimos que no somos inconscientes, que sabemos manejar el fuego, tenemos experiencia, y no sabíamos que estaba prohibido acampar (lo suponíamos). Como plus le tiramos que no tenemos plata para el camping.

«Lo siento, se tienen que ir, sino llamamos a la policía», se escucha, con toda la fuerza de la ley.

La pelea está perdida. Desalojados. Guardamos los choris en un taper.

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Y ahora adónde volamos?

Mas allá de las suposiciones que puedo hacer pensando cuanto tiempo más hubiéramos podido mantener el campamento sin hacer fuego, tal vez un mes o dos, quien sabe, sentía la necesidad de expresar por algún medio, la impotencia y bronca al ser desalojados facilmente por las «fuerzas de autoridad». Y no me vengan con el cuento de que el desalojo es por el bien de la reserva porque son «tierras protegidas». La playa y el morro eran una mugre y el deber de limpiarla y enseñar o multar a quienes la ensucian, tenía el primer ausente.

El 97 por ciento de los incendios de reservas naturales a gran escala ocurren de manera intencional por intereses inmobiliarios. Unos pocos casos aparecen viajeros inconscientes incendiando montes. Que después en las noticias lo escondan bajo esta fachada, para que meses mas tarde una empresa inmobiliaria inicie allí sus negocios, a costa de destruir una reserva natural, esa es otra historia.

Mucha tierra concentrada en pocas manos…Estados ausentes que vulneran derechos y juegan para los de arriba…«A desalambrar, a desalambrar, que la tierra es tierra es mía y de aquel…», cantaba Daniel Viglietti...

Tal vez haber armado un campamento independiente a solo 400 metros de un camping privado administrado por un policía, causó mucha molestia en algunas personas.
Por suerte, no todo el mundo es así. Aún quedan mil lugares, mil playas, valles, montañas, montes y campos, aldeas y poblados, que con gusto, nos esperan para acampar…un ratito en libertad.

Solo un pedazo de tierra, para vivir dignamente, o dormir brevemente por unas noches…Como en un pasado nómade gran parte de la humanidad practicó, y aún hoy practican ciertas etnias y pueblos…¿Es mucho pedir?

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Continuará…

 

Un comentario en “«PROHIBIDO PROHIBIR»

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