UN CORAZÓN MINEIRO ENTRE FEIJOADAS Y CACHOEIRAS

Por Bruno Bosio


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«Yo soy indígena». Con firmeza de palabra y pensamiento, y el humo de su cigarrillo rodeando el sonido saliendo de su boca, Ivannette, más conocida como «Nechi», responde rápidamente nuestra pregunta de si alguna vez había viajado por territorios indígenas del Brasil.

Son las 17:30 hs en Maringá, Minas Gerais, y el cielo se oscurece nuevamente, como casi todos los dias de este Enero. Una pronta lluvia está por venir y nos trae un regalo especial: brotes de frío. ¿Frío en Brasil? ¿en el mes de Enero? Increíble pero cierto en esta región montañosa, a 1275 msnm.

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Estamos parando en la casa de «Melita», gran amiga de toda la vida de Nechi. (Si querés saber como llegamos hasta acá, podés leer este artículo.)

El mate listo y el pan casero, casi. Se viene una gran tarde de charlas. Como viene siendo hace días, desde que conocimos a estas mujeres. Las dos rondan los finales de los 40 y los principios de los 50 años. Día a día, nos cuentan historias de su juventud, de sus hijas, del Brasil pasado y actual, de Minas Gerais, de aventuras en el monte, de viajes.

Las dos comparten caminos similares. Ambas se autoproclaman viajeras y artesanas, con un currículum más que abundante en la materia. También las dos estuvieron en pareja y tuvieron hijos con argentinos, mejor dicho, porteños, a los que recuerdan con un insulto de por medio. Ambas hablan español y toman mate. Las dos criaron a sus hijas solas en el monte, en el Valle de las Flores, cerca de Visconde de Mauá, un increíble lugar que días después pudimos conocer. Alquilaban unas casas sin luz eléctrica por dos mangos a unos campesinos. Tenían su huerta y se ayudaban entre ellas en lo que podían.

20170209_145228Nechi nos cuenta que en esa época, cuando en Argentina, en épocas del menemato, el peso era igual a un dólar, ella tenía un paño de artesanías de calidad valuado en 6000 dólares. Como estaban bastante frágiles económicamente, su marido, el argentino, le dijo que si ella le «prestaba» el material, él podría ir a Mar del Plata, a trabajar en la temporada y volver con toda la ganancia a la casa. Ella confió y aceptó el intercambio. El nunca más volvió. Dice que ahora le escribe por facebook pidiendole para volver juntos. Está viviendo en Ecuador flasheando con ovnis, medio pirado, nos revela Nechi:

«Mejor que se quede allá, lejos…lejos mío y de mis hijas…ya bastante daño hizo, ese soberbio y arrogante»

El aguacero llegó. Con el vino el olor a tierra mojada. Arranca una nueva ronda de mates.
Melita se va para el restaurante vegetariano. Trabaja ahí como empleada desde hace dos años en la cocina. Le preguntamos a Nechi sobre la historia de estos valles. Nos hace un pequeño resumen:

«Bueno…es una región muy pequeña…ahora recién somos 6000 habitantes entre los municipios que forman la región, Maringá, Maromba, Visconde de Mauá y los valles…pero hace 20 años eramos muchos menos…»

«En la época colonial había plantaciones de café…cerca de 20000 esclavos trabajaban. Con la independencia empezó la explotación del ganado vacuno y la madera para hacer carbón…en los ’70 los hippies descubrieron el lugar y se instalaron a formar comunidades…luego en la década del ’90 comenzó el turismo fuerte, hasta el día de hoy»

Una pequeña pausa para encenderse otro cigarrillo. Nechi tiene problemas para movilizar una pierna y acaba de salir de la operación de un tumor en su cabeza. Esto no le impide fumar marihuana todos los días, desde que era chica. A carcajadas nos cuenta que sus hijas le rezongan que deje de fumar porros. Eso si, asegura que come muy sano, se reconoce medio vegetariana y destaca la importancia de saber que alimentos nos metemos al cuerpo.

NECHI

Mate en mano, continúa el relato. Ahora le toca el turno a los tiempos actuales:

«El turismo trae cosas buenas y malas. Lo bueno es que genera trabajo. Los artesanos podemos vender nuestras cosas sin necesidad de viajar a otros lados…los bares se llenan, las posadas, los campings…los músicos tienen oportunidades para tocar, en la calle o en los restaurantes…Además, más que nada, es fuerte en los meses de feria (vacaciones) y los fines de semana…no es un aluvión de gente como en las playas y todo el quilombo y la mugre que queda..es más tranquilo..hay cashoeiras (cascadas naturales) hermosas…la gente viene a eso..»

«Lo malo del turismo es cuando las personas y el estado se ambicionan y no ven más que dinero…ahí empiezan a avasallar todo, a destruir los lugares naturales…a avanzar con el cemento por todas partes…a ese punto no queremos llegar…Por ahora estamos bien, tranquilos…acá no le falta el pan a nadie…»

«Por suerte esta vigente una ley que pone límites a la construcción de casas.. es decir, a la urbanización masiva…queremos seguir siendo un pueblito perdido entre las montañas«

Mientras nos habla nos mirá fijo a los ojos. Por momentos hace una pausa, se acuerda de algo viejo, o de algún deseo actual…y se queda pensando. Su mirada se pierde en algún rincón del recuerdo:

«Tienen que conocer Minas Gerais..La Estrada Real o «ruta del oro»…São Thomé das Letras, Sao Joao del Rei, Diamantina…gente de gran corazón, mucha historia…ahí pueden viajar a dedo tranquilamente…también el nordeste..la Bahía…Itacaré..que lindo Itacaré! si habré caminado esas playas vendiendo artesanías todo el día para ganarme el mango.. yo viajé mucho por Brasil..pero aún me falta…son 26 estados (provincias), es mucho..quiero conocer el estado de Marañao..Tocantins..si! quiero ir a Tocantins! deseo ir! ahí viven muchas comunidades indígenas…lo que pasa que en este país las distancias son continentales…y los trenes los han destruído, como en Argentina..solo queda uno de larga distancia, muy barato, entre Belo Horizonte y Vitoria, en el estado de Espíritu Santo.,.pueden agarrar ese si quieren subir..»

Enfocamos nuestras preguntas hacia Minas Gerais y el Brasil actual:

«Es muy fuerte la historia de Minas…yo nací en el norte del estado, en Montes Claros, cerca de Diamantina..soy descendiente de negros e indígenas…en épocas coloniales trajeron muchos negros esclavos para sacar diamantes y oro…justamente el nombre «Diamantina» y el de muchos poblados…hasta el día de hoy se siguen explotando yacimientos y buscando nuevos…montañas enteras hechas trizas.. y las toneladas de ganancias se van…poco queda para el pueblo…Aunque no lo crean, Minas Gerais está más explotado que el Amazonas…Así y todo vivimos mas o menos bien, este no es un estado pobre, no somos el nordeste»

El nordeste brasilero no solo es una de las regiones más pobres de Brasil, sino del mundo entero.

«Con Dilma no estabamos bien, muchos errores y políticas similares a la derecha…pero ahora está brava la cosa…es un gran retroceso…fue un duro golpe de estado…Por suerte la gente lo ama a Lula…tiene mucho apoyo…es nuestra esperanza…esperamos que gane en 2018, si es que lo dejan presentarse»

La tormenta se retiró y aún es de día. Salimos a dar una vuelta, con la promesa de volver temprano para cocinar un arroz con feijom. Afuera, el musgo y la vegetación lo cubren todo. Es época de lluvias y se nota.

Hacemos dedo para ir a Maromba. Queremos conocer el pueblo y algunas cachoeiras. Nos frena el típico auto antiguo tipo «escarabajo», plaga en la zona. Nos cuenta el dueño que lo compró hace 10 años. El auto tiene 50 y parece nuevo. «Son lo mejor que tenemos para estos caminos, hay muchos buracos (baches)…tienen un motor muy fuerte, son un fierro verdadero»

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Maromba huele un poquito a un San Marcos Sierras argentino. Por supuesto que mucho más pequeño con un clima y una vegetación totalmente diferente; más alto, más húmedo. En vez de tierra, empedrado. Pero en esencia algo similares, su historia. Plaza principal en el medio, alrededor bares. Habitado por gentes de barbas y pelos largos, viejos y jóvenes. «Ocupado» por los hippies en los ’70. Comunidades alternativas que se armaron buscando recrear la vida desde otros parámetros, mirar con otros ojos para hacer con otras manos. Algunas hasta hoy sobreviven.

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Nos cuenta un artesano que en una comunidad entre los valles, se practica el Santo Daime. Se trata de un culto sincrético que surgió en el estado brasileño de Acre, en la Amazonía, en los años treinta del siglo XX. De ahí se difundió a muchos países sobre todo de América, pero también tiene miles de seguidores, grupos e iglesias instaladas en España, Canadá, Holanda, Japón y Portugal. El culto consiste en la realización de ceremonias y rituales reuniendo los elementos de distintas creencias y religiones, entre ellos, legados indígenas y africanos, el catolicimo popular, el espiritísmo, etc. Se trabaja mucho con la planta sagrada de los incas y de las comunidades del Putumayo, de más de 5000 años de antiguedad, el ayahuasca. Agradecemos al loco por la charla y seguimos camino.

Nos cruzamos a un japonés. Habla muy bien el portugués. Esta de intercambio en Río de Janeiro y se vino a conocer unos días. Caminamos juntos hacia las cachoeiras.

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El silencio y la tranquilidad mueven los hilos del poblado. Pareciera que todo está en una eterna calma. Solo rugen los chillidos de algúna que otra moto que arranca y se va.. o de niñas y niños jugando por ahí.

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De fondo, el infinito rugido de las cachoeiras. El agua pura interminable que recorre día a día, desde hace siglos o milenios o desde siempre, el mismo camino…y que gracias a ese curso del líquido vital, forjó estos increíbles paraísos que hoy disfrutamos…su huella se sigue marcando en las gigantescas y viejas piedras.

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Tanto silencio me dispara pensamientos, reflexiones, imágenes de otros tiempos…también me recuerda cuando me decían: «esta bueno viajar para conocerse y encontrarse a uno mismo». Esa frase cliché siempre me generaba dudas y no me cerraba para nada. Siempre pensaba y me volvía a preguntar: «Si, es verdad, algunos viajes son para eso, pero… ¿no será que principalmente viajamos para encontrar, aprender y compartir con otras/os/es culturas, artes, diversidades, injusticias, solidaridades, etc,etc?». Bueno, por lo menos esa es mi forma de buscar el viaje. Así nos estaba sucediendo al conocer a Melita y Nechi.

Caí en la cuenta de que en este viaje por Brasil, luego de atravesar la barrera por primera vez de los 31 días viajando (en años anteriores siempre máximo 1 mes al año), el camino fue cambiando de forma, de ritmo, de mirada, de perspectiva… La locura emocional dominante en el cotidiano de querer hacer miles de cosas, desde temprano en la mañana hasta altas horas de la noche, andando de aquí para allá, haciendo circuitos, caminatas, escaladas, mar, montaña, música, fiestas, comidas, amigos, etc, queriendo disfrutar al máximo cada hora, cada minuto, porque sólo era una vez al año a muchos km de tu casa y faltaría mucho para el próximo arranque (había que aprovecharlo cien por ciento y era entendible)…fue virando poco a poco.

En este caso, al ir adentrandonos en el segundo mes de viaje, despedirnos en el litoral carioca de los amigos y amigas con los que compartimos todo el mes de enero y que de cierta forma, nos mantenían aún conectados con la ciudad natal, el pulso, los ritmos y los tiempos del viaje, lentamente, comenzaron a cambiar. Un poco por necesidad de alejarnos del barullo hiperturístico de Río de Janeiro y sus elevados precios de temporada, otro poco por querer empezar a conocer una parte de ese Brasil del interior, donde sólo hay brasileros y brasileras, y solo por ahí algunos perdidos extranjeros viviendo o de paso. Otro tanto por falta de recursos para seguir viajando intensivamente de lugar en lugar y necesidad de asentarnos en un solo poblado para poder trabajar, escribir y demás. Mágicamente, la región del parque nacional Itatiaia (Visconde de Mauá, Maringá y Maromba) fueron nuestro hogar por un mes.

Podría pensar que entrar al interior de Brasil también fue en cierto aspecto, sin pulsarlo, entrar al interior de mi vida en este mes. Pensamientos, reflexiones, ideas, temores, ansiedades, también se unieron al mar de alegrías por la gente que estabamos conociendo y los momentos que estabamos pasando.

Luego, vendría el momento de despegar nuevamente. La Estrada Real en Minas Gerais y Bahía, nos esperaban.

Nosotros aún no lo sabíamos.


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Si querés saber más sobre nuestro paso por Brasil, te invitamos a leer «Se hace el camino al andar» y «Buscando a Chile entre historias de vida»


 

Un comentario en “UN CORAZÓN MINEIRO ENTRE FEIJOADAS Y CACHOEIRAS

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