Por Bruno Bosio
Una pequeña intervención subjetiva sobre este gran invento para moverse de un lado a otro.
No te cansa la actividad en en sí
Te cansan las largas esperas de más de dos horas
Es como un desgaste psicológico el pensar que pasan las horas y no avanzaste nada, que tu objetivo eran 500 para el día e hiciste 20 km y quedaste varado en un punto que no te alza nadie
Y pasan más los minutos y te paranoiquéa la idea de pasar la noche ahí, en ese pueblo olvidado y triste…
Pero nunca te das por vencido, no bajás los brazos..
Así y todo, con el calor del asfalto derritiendote los pies, la humedad del ambiente convirtiéndote en agua, la barriga vacía gritando por una fruta, o un sandwichito o cualquier cosa… el dedo en alto cansado, pero no agotado, aguanta..aguanta y aguanta,..
Mirando con un gramo de tristeza y otro de bronca a las y los conductores que no dan ni media señal, ni mirada, ni gesto cómplice de buena onda… esa chata que tenía lugar y no paró, esos asientos traseros relucientes esperando ser cargados pero siguen de largo..
y vos mirándolos desde atrás, alejándose, lentamente o a toda velocidad…
Y ahí, cuando la paciencia le gana a la ansiedad, cuando la fortaleza de la confianza plena vence a la depresión momentánea del sistema nervioso central, cuando la vibra positiva triunfa en el mar de cantos de bajonéo, cuando menos lo esperás y te dás cuenta…
Paró.
Te está esperando a vos.
Subíte
Reíte
Volá.